viernes, enero 19, 2007

Crece el uso del celular entre los chicos



A bordo del colectivo 93, en Palermo.

Son las 22 del sábado y Mariano Bocci, de 14 años, viaja con sus amigos hacia una noche de diversión: tomar algo, boliche, chicas...

De pronto: pipipipipi piripipipi, piripiri pirirí.

La música de "La cucaracha" suena en un teléfono celular.

Mariano atiende, entre risas y cargadas de sus compañeros: "Ganador", le dicen.

-Hola...

-Mariano, ¿dónde estás?, ¿dónde vas a ir?...

¡Si vas a volver tarde, por favor no apagues el celular!"

El ganador tiene una mamá preocupada, que quiere saber dónde está su retoño a esas horas de la noche.

Nota enviada por Lic. Silvina Pissani a este blog.

No es el único. Mariano es parte de una nueva generación de adolescentes (y niños desde los 10 años): los chicos conectados. A Internet, al correo electrónico, a la TV y ahora, también, al celular. Según cifras oficiales de la Comisión Nacional de Comunicaciones, en el país hay unos 8.000.000 de abonados al servicio de telefonía móvil. La cifra casi se ha triplicado desde 1999, cuando quienes tenían celular eran apenas más de 3.264.000. No existen datos discriminados por edad, por eso no es posible determinar qué cantidad corresponde a adolescentes y a niños que tienen su propio teléfono móvil. Pero se sabe que uno de los factores que expanden el mercado es que muchas familias incorporaron una línea de telefonía móvil para el benjamín de la casa. Un estudio realizado por la consultora de mercado norteamericana Cahners In Stat Group, publicado recientemente por The New York Times, determinó que "antes de 2004, dos de cada cuatro chicos norteamericanos de entre 10 y 24 años tendrá su propio teléfono celular. Y tres de cada cuatro usará el teléfono de alguno de sus padres". El informe señala que es muy probable que un padre que tiene teléfono celular dé uno a su hijo cuando sale. "De esta manera multiplica sus posibilidades de saber dónde está". En la Argentina no existen datos oficiales sobre este segmento. Las empresas que brindan el servicio guardan celosamente esos datos. En muchos de los casos expresaron que no tenían la información discriminada por grupo etario, ya que mayoritariamente la titularidad de las líneas está a nombre de un adulto. Una investigación de mercado realizada por la consultora Analogías, para la empresa de telefonía Telecom Personal, estableció que más del 60 por ciento de los adolescentes de 15 a 23 años, que tiene celular, reside en hogares donde ya existe otro miembro equipado con este servicio. "Son jóvenes interesados en la tecnología, la mayoría navega con frecuencia en Internet y se considera abierta a las innovaciones", agrega. Buena parte de los adolescentes con celular son usuarios nuevos: no pagan un abono mensual, sino que se manejan con tarjetas de telefonía, que adquieren en comercios. Según pudo saberse, cerca del 40%tiene celular por una decisión de sus padres y son éstos los que se hacen cargo de los gastos. El 60% restante tomó la decisión por sí mismo y lo abona. Entre los motivos de por qué utilizan el celular, las respuestas más frecuentes entre los chicos refieren a la necesidad de estar comunicados por razones familiares y también sociales, mientras que en la elección del teléfono priorizan el tamaño a las aplicaciones o la facilidad de uso. Según aseguró Enrique Carrier, director de la consultora Price & Cooke, el uso de celulares por niños y adolescentes es un mercado que todavía no ha sido muy explotado en la Argentina. "Quizá surgió más como una necesidad de los padres de saber dónde están sus hijos. Muchos les dieron su propio celular o compraron uno nuevo y los hijos comenzaron a usar el que ya estaba en casa", explicó Carrier. Saber dónde están Cuando se consulta a los padres sobre las razones por las que dan un celular a sus hijos surge con fuerza el tema de la inseguridad y la necesidad de saber dónde están. Entre los adolescentes hay dos perfiles de usuarios: el que lo identifica como un elemento de prestigio o éxito y le gusta mostrarlo, y el que lo usa como una imposición de sus padres, para poder controlarlo, por lo que prefiere esconderlo. Según Carrier, una de las evidencias de que el mercado todavía no está desarrollado es que la mayoría de los modelos no tienen funciones que permitan cambiar colores, navegar por Internet, enviar mensajes o incorporar personajes de historietas. Del crecimiento de esta tendencia pueden dar fe numerosos maestros y profesores que tuvieron que pedir a los alumnos que apagaran el celular durante la clase, so pena de sanciones disciplinarias.


Por Evangelina Himitian De la Redacción de LA NACION

Publicado el 3/09/2001



1 comentario:

MS dijo...

Para complementar lo expuesto en este artículo les envío la nota de Silvia Bacher. publicada en next@clarin.com el miércoles 7/02/2007. En ella Bacher avanza definiendo que el salto producido con la irrupción de estos aparatitos presentes en los lugares más insólitos, no es sólo cuantitativo sino que es principalmente un salto cualitativo que deviene en nuevos modelos culturales.


El celular en la escuela, ¿apagado?


Psicoanalistas que toman el celular y susurran: "Te llamo, estoy atendiendo". Pacientes que contestan el móvil frente a su médico. Maestros que mandan mensajes de texto durante la clase. Alumnos que envían SMS a los amigos del aula. El telefonito suena, disruptivo, en medio de la clase, en el cine, en la cena familiar.

Tal vez la situación más sorprendente que tuve oportunidad de presenciar fue durante una conferencia en la Biblioteca Nacional, en la cual moderaba la disertación de un reconocido académico francés. Un subsecretario de estado debía abrir el panel ante una nutrida concurrencia. Para sorpresa de todos, en medio de su propio discurso, pidió disculpas a la platea y atendió su celular. Estas y muchas otras anécdotas —sorprendentes, jocosas o denigrantes— que el lector debe conocer, podrían formar parte de la filmografía de Woody Allen pero hoy se viven cotidianamente en escuelas, consultorios, conferencias y otros lugares insólitos. Un informe predice que este año se superarán en el mundo los tres mil millones de usuarios de celulares.

¿Quién le pone límites al uso del móvil? En el cine y el teatro ruegan que se apaguen los celulares antes de la función y el sistema educativo no se quedó atrás. En Santiago del Estero y en la provincia de Buenos Aires prohibieron el uso de celulares en clase tanto para alumnos como para profesores. Entre los argumentos esgrimidos, se menciona que su utilización desconcentra a los estudiantes.

Por ahora, el sistema educativo busca restringir su uso. Pero debería comprender que con su masificación se produce un profundo cambio cultural.

Los chicos se apropian más rápidamente de las nuevas tecnologías que los adultos, las empresas comprenden que el público joven es un mercado apetecible y los padres lo descubren como un modo de conexión eficaz en un mundo inseguro.

Para los más jóvenes, en cambio, es mucho más que una vía de conexión con los padres, en realidad es parte de lo que se denomina "el tercer entorno" que, a través del constante avance tecnológico, permite la construcción de un nuevo espacio social.

El celular es el lugar desde el cual se puede estar en sintonía con amigos, chatear, sacar fotos, filmar, escuchar música, saber la hora. El celular se convierte entonces en un ícono juvenil, con toda la personalización que lo acompaña. Así, por ejemplo, el uso de determinados ringtones que reproducen música de ciertas bandas, series televisivas o películas corporizan el espíritu del grupo con el cual se identifica, diferenciándolo.

La acción del sistema educativo no debería limitarse al uso o a la prohibición de los celulares en clase. Es necesario que se conozca ese nuevo entorno, las nuevas maneras de socializarse de niños y jóvenes.

Hoy el celular es clave, por ejemplo, para comprender uno de los sentidos que tiene la escritura entre los jóvenes. En su teclado, como en el chat, ponen en juego su creatividad.

La encrucijada de la escuela trasciende el encendido o apagado del celular en clase. Este es apenas un recurso —necesario— para que alumnos y docentes puedan adentrarse en la tarea pedagógica. Pero debería ir más allá y definir los modos en los cuales incorporar los nuevos lenguajes y ponerlos en juego frente a otros discursos.

Es posible apagar los celulares, pero la escuela no debería abroquelarse ante el avance de los nuevos formatos culturales. El desafío es comprender e intervenir para que los chicos puedan utilizar las nuevas tecnologías sin quedar entrampados acríticamente en un mercado que modela sus hábitos de consumo.